Sunday, October 31, 2010

CHINAS EN LOS ZAPATOS

El Kremlin se embrolla en una lucha desigual con la oposición democrática.


Al grito de “Rusia será libre” los manifestantes de la llamada Plataforma 31 se reunieron de nuevo para exigir el derecho a manifestarse, derecho reconocido por la Constitución Rusa en su artículo 31, y que de facto está muy lejos de ser respetado.

Sin el permiso concedido para manifestarse, un millar de personas se juntaron en el centro de San Petersburgo, a la misma hora que sus compañeros de lucha lo hacían en Moscú, las 18:00. Rodeados por fuerzas antidisturbios los manifestantes sufrían intermitentes subidas de ánimo que culminaban con la intervención contundente de las fuerzas del orden , que reducían con rapidez y violencia a aquellos que demostraran estar “manifestándose”, esto es, soltando proclamas , gritos contra el gobierno o arengas al cambio político. Tras 7 intervenciones policiales, 3 autobuses de detenidos y una hora y media de tira y afloja con la policía, la “manifestación” se disolvió por si sola.




Cabe señalar que juzgar una manifestación rusa tras el prisma europeo es un error que nos llevará a no entender nada. Ni es lo mismo, en ninguno de sus matices, llamar “fascista” a un antidisturbios europeo que a uno ruso, ni tiene el mismo valor reunir mil personas dispuestas a manifestarse y a pasar la noche el en cuartelillo en Copenhague o Madrid que en Moscú o San Petersburgo. Lo que en Europa se denomina “déficit democrático”, termino aséptico para describir que no hay libertad real, es en Rusia un puzzle complejo en el que el peso específico de la mentalidad bolchevique juega un rol mayor de lo imaginado inicialmente.


La pasividad general por la política, fenómeno que parece propagarse por toda Europa, tiene en Rusia uno de sus ejemplos más superlativos. Las décadas de pensamiento único y la percepción general e innegable de que “las cosas van mejor” hacen que las libertades que no tienen que ver con lo económico sean victima fácil de la voracidad monolítica del genuinamente ruso “Capitalismo de Estado”. El dinero puede ser libre, las personas no. Así, la población “general”, con un buen teléfono en el bolsillo y un coche en el garaje ve en estos manifestantes en el mejor de los casos un incordio y , por l

o general, un problema, con lo que la protesta queda neutralizada por si misma.


Por ello resulta paradójico que un régimen como el ruso, fuerte y bien asentado en las estructuras feudales del Partido Único, (edificio ideológico-burocrático del que fueron desalojados los comunistas, reconstruido y ahora habitado por el oficialista Rusia Unida) se tome tantas molestias en impedir que un millar de personas a las que casi nadie toma en serio, se manifiesten, comprometiendo la imagen internacional de Rusia como país miembro de las “sociedades civilizadas”. Al tratarlos con dureza, el Estado da a los manifestantes estatus político, crea una imagen de “resistencia”, de “oposición al régimen” que, si bien existe, dista de tener fuerza real, por ello, el Kremlin se crea un enemigo inexistente, lo refuerza y lo alimenta. Si estas manifestaciones transcurrieran sin la opresión policial ni tendrían repercusión política, como de hecho apenas tiene, ni eco mediático.